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Respuestas Pro-Vida a argumentos Pro-Aborto VI: Si tuvieses que elegir, ¿salvarías a un bebé o a diez embriones?

Aquí voy a hablar de un experimento mental pro-elección que he visto usar más de una vez en las redes sociales y que últimamente ha vuelto a cobrar fuerza. Se puede plantear de muchas formas, pero la más reciente vendría a ser más o menos así:

"Estás en una clínica de fertilidad. El edificio está ardiendo y tienes que elegir entre salvar a un bebé o a diez embriones congelados. ¿Qué haces?"



Este experimento pretende ponernos en lo que se conoce como un no-win scenario, es decir, una situación en la que, hagamos lo que hagamos, no podemos ganar. Si elegimos al bebé, la persona que ha planteado el experimento entenderá que estamos admitiendo que su vida vale más que la de los embriones y lo tomará como una prueba de que la postura pro-vida no se sostiene. Si elegimos a los embriones o lo dejamos al azar pensará, o bien que estamos siendo irracionales, o bien que le estamos mintiendo y que no queremos admitir que en realidad salvaríamos al bebé.

Y es que, en el fondo, quien plantea este escenario hipotético suele estar convencido de que salvaríamos al bebé. ¿Por qué? Ahora lo veremos.

¿Hay alguna diferencia relevante entre un bebé y un embrión humano?

En primer lugar, vamos a tratar de analizar la situación de forma racional. Desde la perspectiva pro-vida, todas las vidas humanas implicadas en este experimento tienen un mismo valor intrínseco o fundamental. Teniendo esto en cuenta, lo lógico, aparentemente, sería escoger a los embriones, salvando así el mayor número de vidas posible. Sin embargo, en este caso en concreto existen una serie de circunstancias que conviene tener en cuenta, ya que podrían hacer variar nuestras prioridades. Estas circunstancias serían principalmente dos: la probabilidad de supervivencia y la capacidad de sentir.

Como todo el mundo sabe, la mortalidad en la etapa embrionaria es muy alta. Un bebé tiene muchas más probabilidades de sobrevivir una vez puesto a salvo que un embrión. Así, si elegimos al bebé, podemos estar bastante seguros de que este seguirá viviendo, pero si elegimos a los embriones, podría ocurrir fácilmente que todos ellos muriesen antes de lograr implantarse o poco después de hacerlo (y esto sólo si logramos que todos ellos sean gestados por sus madres o adoptados, para empezar) con lo que no habríamos conseguido salvar a nadie.

Además, también deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿el bebé puede sentir dolor, miedo, etc. si lo dejamos arder? Sí. ¿Y los embriones? No. Puestos a elegir, una muerte dolorosa sería peor que una muerte indolora.

Enfocándolo de este modo, si el experimento nos obligase a elegir entre un bebé consciente de lo que ocurre y que tiene altas probabilidades de seguir viviendo si lo salvamos y diez bebés en coma que no se van a enterar de nada y que tienen pocas probabilidades de sobrevivir, quizá lo más lógico sería elegir al bebé consciente.

Si, por el contrario, asumiésemos que tanto el bebé como los embriones tienen las mismas probabilidades de sobrevivir y que ninguno de ellos puede sentir, lo más lógico sería elegir a los embriones.

La fuerza de la empatía

Hasta aquí el razonamiento. No obstante, en una situación extrema en la que nos vemos obligados a tomar una decisión semejante, ¿nos guiaríamos por la lógica? Probablemente no. Las principales responsables de nuestra reacción en este escenario serían nuestras emociones. Y estas son la razón por la que la mayoría de las personas que plantean este experimento esperan que escojamos al bebé.

Cualquier persona mínimamente decente y que no padezca algún tipo de psicopatía siente el impulso de proteger a un niño pequeño cuando está en peligro. Esta especie de instinto parental puede ser tan poderoso como para, en una versión modificada del experimento planteado, llevarnos a optar por salvar a un niño de un incendio antes que a diez adultos. No obstante, este impulso natural no lo hemos desarrollado con los embriones, a los que hasta hace pocos años no podíamos ni ver.

Además, es fácil empatizar con un niño que se parece físicamente a nosotros y que experimenta sensaciones similares a las nuestras, mientras que con un embrión, que no tiene consciencia de sí mismo ni de su entorno, y que en sus primeras etapas tiene el aspecto de una mora o una habichuela, es prácticamente imposible. Sólo nuestra razón nos permite ver que uno es tan humano como otro y llegar a la conclusión de que, a un nivel fundamental, todos los seres humanos tienen el mismo valor moral, al margen de nuestros sentimientos hacia ellos.

Es más fácil sentirse identificado con un bebé que con un embrión.

Así pues, este experimento busca una respuesta emocional, no racional. Sin embargo, el hecho de que, si se diese el caso en la realidad, probablemente la mayoría de nosotros nos dejaríamos llevar principalmente por nuestras emociones y elegiríamos al bebé, no demuestra nada acerca del valor moral objetivo y fundamental de los embriones. Como mucho, nos ayuda a ver el peso que tienen nuestros sentimientos a la hora de tomar decisiones en situaciones extremas. Al fin y al cabo, si tuviésemos que elegir entre la vida de un desconocido y un ser querido, ¿quién no elegiría sin dudar al ser querido? Esto no implica que la vida del desconocido sea menos valiosa a un nivel fundamental.

Ahora bien, dejando al margen la cuestión emocional y volviendo a las características que teníamos en cuenta para elegir entre una vida y otra (en este caso, la probabilidad de supervivencia y la capacidad de sentir), hay que tener en cuenta que estas consideraciones sólo tienen sentido si nos vemos obligados a elegir entre dos valores fundamentales, es decir, cuando no tenemos más remedio que apoyarnos en valores secundarios para establecer prioridades. En condiciones ideales, estas características no tendrían mucha relevancia, ya que una vida humana no deja de ser valiosa a un nivel fundamental sólo porque pueda ser más corta o porque se encuentre en un estado no consciente.

Esta clase de escenarios extremos que nos obligan a elegir entre unas vidas y otras se dan muy poco en la vida real, afortunadamente, y cuando lo hacen, como en el caso de un embarazo que ponga en riesgo la vida de la madre, elegimos a esta última, entre otras cosas, por las razones antes mencionadas.

En la mayoría de los embarazos no encontramos un caso de vida contra vida, sino de vida contra experiencias negativas (embarazo y parto no deseados) por lo que la elección está clara: vida.


Pregunta: ¿Cómo responderíais vosotros a un experimento mental de esta clase?


Referencias:

- This Pro-Abortion Fanatic Presented A Thought Experiment 'DESTROYING' Pro-Lifers. Here Are 4 Reasons He Fails Dramatically.

WALSH: Here's The Reason Why Pro-Aborts Rely On Worst Case Scenarios To Argue Their Point

- Four Practical Tips for Responding to the Burning Fertility Clinic

Embryos and Five-Year-Olds: Whom to Rescue

Comentarios

  1. Yo tengo clarísimo que salvaría al bebé. Como si tengo que elegir entre un millón de embriones y el pequeñajo, que sigo eligiendo al bebé. Destruir una bolita de células no me parece ni la millonésima parte de grave que dejar morir a una persona. Que los embriones son futuras personas y al destruirlos se estaría destruyendo a un pueblo entero de futuras personas?. Pero se quedan en eso: embriones y futuras personas. Voy más allá: imaginemos que entre ellos está el embrión que fui. Pues que me destruyan a mí también y salven al bebé. Y, si puede ser, que utilicen el embrión para investigación y que mi corta existencia sirviese para algo importante. Si mis células ayudasen a encontrar la cura o la mejora para enfermedades, bienvenido que sea que me mandesen mi yo embrionario a freir morcillas.

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    Respuestas
    1. Hola, Fallenangel. Ante todo, gracias por participar en el blog.

      Respecto a lo que comentas, parece evidente que partimos de premisas distintas. Tú asumes que los embriones humanos no son "personas", sino "futuras personas", mientras que yo doy por hecho que ya lo son. Me gustaría saber un poco más acerca de tu postura para entenderla mejor.

      ¿Cómo defines el concepto de "persona"? Se trata de una cuestión filosófica muy debatida. Por ejemplo, para Peter Singer los bebés recién nacidos no son personas y sus vidas valen menos que la de un humano adulto. Para los pro-vida, todas las vidas humanas, independientemente de la etapa de su desarrollo en la que se encuentren, valen lo mismo, al menos a un nivel fundamental; es decir, todos los miembros de la especie humana son personas. ¿Por qué crees que un bebé es una persona pero un embrión humano no, y cuándo, cómo y por qué, según tu teoría, se convierte un embrión/feto humano en persona?

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